Ella, tan amada by Melania G. Mazzucco

Ella, tan amada by Melania G. Mazzucco

autor:Melania G. Mazzucco [Mazzucco, Melania G.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T00:00:00+00:00


EL RETORNO DEL HIJO PRÓDIGO

En el Hermitage de Leningrado se conserva uno de los últimos cuadros de Rembrandt, pintado entre 1668 y 1669, y que probablemente dejó inconcluso a su muerte. Dado que la firma, R, v. Rijn, no es auténticamente autógrafa y que algunas figuras están trazadas con mano incierta e indigna del maestro holandés, parece que no es del todo auténtico, y que solo las figuras principales son suyas de verdad. El cuadro es El retorno del hijo pródigo, y es el último referido a un tema al que Rembrandt ya había dedicado varios aguafuertes y dibujos. La tela es muy grande (262 x 205 cm) y las figuras son de tamaño natural. Representa al hijo, arrodillado delante del padre en el momento del encuentro. Tres testigos observan la escena, pero toda la luz es para los dos protagonistas. El hijo nos da la espalda. Va vestido con harapos, y ofrece a la mirada la planta del pie izquierdo, descalzo, mientras que la suela del zapato derecho, hecha jirones, revela impúdicamente el talón. El color del hijo es el ocre, el amarillo, un cálido dorado. El hijo esconde la cara en el regazo de su padre y todo lo que se nos permite ver de él es la cabeza rasurada y el inquieto resplandor de su mirada. El padre es viejo. Tiene la barba blanca, el rostro sereno, y una capa sobre los hombros: la luz da de lleno en su frente, que irradia una sabia serenidad. Va vestido con elegancia, y su ropa tiene ricas mangas de encaje. El color del padre es el rojo. Apoya sus manos sobre los hombros del hijo arrodillado, lo atrae hacia sí y lo reconforta. Es un gesto de amor simple y definitivo: el del perdón. Annemarie vio este cuadro en 1934, durante su viaje con Klaus al Congreso de Escritores, en la Unión Soviética. Los dos jóvenes permanecieron delante largo rato, deslumbrados. En ese momento nada hacía suponer que un día ese cuadro hablaría también de ellos y, a pesar de todo, ya lo sentían —ambos. Annemarie dijo: «Nunca he conseguido tragarme lo de ese retorno», y Klaus respondió: «Precisamente por eso es el cuadro más conmovedor del mundo». Y ella, en las Noticias del Congreso, se hizo eco de ello: «Las horas más hermosas de nuestra estancia en Leningrado Klaus Heinrich y yo las pasamos delante de un cuadro de Rembrandt conmovedor de un modo insoportable: El retorno del hijo pródigo».

Cuando Annemarie regresa a Bocken, todo está blanco, húmedo, neblinoso. Las carreteras de los alrededores de Zurich están repletas de nieve. Estamos a finales de febrero. El extraño fenómeno de la invisibilidad —de la inviolabilidad que ciñe como por un sortilegio a su persona— se renueva, porque consigue con prodigiosa facilidad cruzar media Europa, en ese febrero de 1941, superando fronteras cerradas, puertos de los que ningún barco podría salir y carreteras cortadas con alambre de espino. Ella estaba demasiado cansada para interesarse por cualquier otra cosa que no



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